El miércoles pasado mientras los mineros recorrían Madrid fuimos testigos de la destrucción de gran parte de la constitución en lo que a derechos y configuración del estado como Estado de Derecho se refiere.

Ante lo cual la respuesta de todos y cada uno de los diputados de izquierda no pudo ser peor sea del partido que fuera, esto va tanto para Rubalcaba que justo después del  anuncio de las medidas ofrece un pacto de estado, a aquellos que están destruyendo el estado y han roto las reglas de la convivencia democrática, como Callo Lara con un discurso grandilocuente pero vacío en lo que acción se refiere. Ningún partido de izquierdas estuvo a la altura de lo que pasó ese día.

¿Y que deberían haber hecho los diputados y los partidos de izquierdas? Pues es muy fácil, en mi opinión tenían dos opciones bajar con los mineros y ponerse los primeros de la manifestación para evitar la carga policial ¿Habría tenido el PP cojones de mandar cargar contra diputados nacionales ( lo mismo va para los senadores)? Puede que si, no me fio nada de este gobierno, pero estoy seguro que no habría habido un titular diciendo que los antisistema (los de la porra y casco sin identificación)  fastidian la marcha minera sino la policía carga contra los diputados ¿Os imagináis la reacción internacional?

La segunda opción es cumplir el reglamento de la cámara de los diputados y hacer uso de las herramientas que da cuando hay que pedir responsabilidades o el gobierno pierde la legitimidad o atenta contra el estado. ¿Cómo? Lo primero moción de censura, decir públicamente que Rajoy no puede seguir gobernando y se tiene que largar. Y encerrándose en el congreso por considerar que las medidas anunciadas por Rajoy violan la constitución.

A todo lo dicho anteriormente habría que sumar la obligación moral de estar esa día en el congreso y no de inauguritis o picos pardos.

 

Artículo 35 de la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano: Cuando el gobierno viola los derechos del pueblo la insurrección es para el pueblo, y para cada porción del pueblo, el más sagrado de sus derechos y el más indispensable de sus deberes.

Malditos aquellos que con sus palabras defienden al pueblo y con sus hechos lo traicionan